Antonio Rodríguez aunque sea octogenario, aún tiene operativas de 500 a 600 colmenas, pues vive para las abejas, ellas son su vida». Él y su hermano Manuel recibieron un homenaje en Valsequillo en el transcurso de la 1.ª Feria de la Abeja Negra Canaria y la Miel. «Los premios nos los dan las abejas, trabajando y con su miel, y estos homenajes los compartimos con tantos apicultores que, como nosotros, aman a las abejas», apunta Antonio.
Han sido su vida y también las de sus familias, porque, no en vano, Antonio heredó esta pasión de sus abuelos, Antonio Rodríguez y Catalina Vega, que ya cuidaban abejas en Juncalillo de Gáldar, de donde proceden y de donde se mudaron, con colmenas y todo, a Las Perreras, en la capital, allá por 1918. En este pago frente a Tamaraceite vive también Manuel, de 86 años, y aquí tenía parte de las 84 colmenas que llegó a atender hasta 2007, cuando, tras una lesión por una caída, dejó la apicultura. Tanto uno como otro llevan más 40 años ligados a este mundo, al que se vincularon cuando las colmenas eran de corcho y la gente las atendía casi al descubierto, como el padre de Antonio, Isaac, que un día «se quedó negro de las picadas que se llevó». Manuel hace memoria y cuenta que antiguamente él solo se cubría con un sombrero de paja y un velo amarrado al cuello, dos chaquetas y dos vendas en las manos.