Tan grave como la disminución de las abejas melíferas, el colapso de los polinizadores silvestres es, sin embargo, poco publicitado. Estos preciados insectos, esenciales para el equilibrio de los ecosistemas, se extinguen en el mayor silencio. Una de las principales causas de su declive es la agricultura intensiva y su uso desmedido de pesticidas.
Cada año, al final del invierno, los apicultores inspeccionan sus colmenas y cuentan las colonias que no han sobrevivido. Según las encuestas lanzadas desde 2018 entre profesionales franceses, la tasa de pérdida ronda entre el 20 y el 30 % anual. Esta cifra, que refleja la preocupante situación de los recolectores, es sin embargo solo la parte visible de un drama mucho mayor.
Porque si se escudriña con detenimiento el estado de las poblaciones de abejas melíferas, en el corazón de la cadena productiva de la miel, el de la inmensa familia de polinizadores silvestres, abejas solitarias, abejorros, mariposas, escarabajos, etc., apenas comienza a ser llevado a la luz. A pesar de la evidente falta de investigación, los datos disponibles pintan un panorama escalofriante: la caída de las poblaciones silvestres es vertiginosa.
En Bélgica, más de la mitad de las especies de abejas están amenazadas de extinción y el 12% ya ha desaparecido. Para los abejorros, es aún peor: el 80% de las especies están amenazadas de extinción, ya extinguidas o en vías de serlo. En Baviera, ¾ de las especies de abejas silvestres han desaparecido en solo 10 años. En la región protegida Renania del Norte-Westfalia, las poblaciones de sírfidos han disminuido en un 84 %. A escala europea, más de un tercio de las especies de mariposas están en declive, con una caída de casi el 40% en treinta años…
Un ritmo vertiginoso de extinción
La investigación durante tres décadas en Alemania encontró tasas dramáticas de disminución en las áreas naturales protegidas. Al analizar los datos recopilados durante un período de 27 años, los científicos encontraron una disminución en la biomasa de insectos voladores en un 76% en promedio y en un 82% a mediados del verano. Tasas que, según los autores del estudio, son generalizables a toda Europa.
A nivel mundial, el panorama es igualmente sombrío. Un informe de IPBES, (Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services), indicaba en 2016 que el 40 % de las especies polinizadoras de invertebrados se encontraba actualmente amenazada y el 16 % al borde de la extinción. Según un metaanálisis publicado en 2019, la tasa de extinción de insectos sería ocho veces más rápida que la de mamíferos, aves y reptiles. Los insectos polinizadores, como los lepidópteros y los himenópteros, están en la primera línea de este desastre.
El declive acelerado de estos insectos esenciales ahora representa una amenaza para todos los ecosistemas. Porque son principalmente ellas, las innumerables especies silvestres, las que polinizan las plantas con flores, y casi el 80% de las variedades que cultivamos para alimentarnos, no solo Apis mellifera, nuestra abeja melífera.
Las abejas albañiles, las abejas silvestres terrestres, como las andrenes o abejas del sudor, que cavan galerías en el suelo, las abejas tapiceras, como Megachile rotundata , que cortan pequeños trozos de hojas, o el gorgojo de la amapola, que cubre con pétalos de amapola las paredes de sus nido, abejas algodoneras como Anthidium manicatum , recolectoras de fibras vegetales, osmia, sírfidos, abejorros, mariposas y sírfidos… estos miles de insectos salvajes se complementan entre sí, formando juntos un eslabón esencial en la biodiversidad.
Coevolucionando con las plantas con flores durante millones de años, estos animales de varios tamaños y morfologías, equipados con pelos sedosos, cepillos de polen, probóscide o lenguas, participan en la reproducción de flores de todas las formas y cubren todos los períodos de floración.
El ambiente contaminado
Los científicos que han estudiado su vertiginoso declive señalan la particular responsabilidad de la agricultura intensiva. Establecido desde la década de 1960, este modelo agrícola conduce a la destrucción de hábitats y la contaminación de ambientes por pesticidas sintéticos. Al recolectar polen y néctar de las flores, los polinizadores están particularmente expuestos a estas moléculas químicas.
Pero los pesticidas vertidos masivamente en los cultivos también contaminan el aire, el agua, el suelo y, en ocasiones, persisten durante décadas. Los lugares de vida y de anidación de los recolectores quedan permanentemente envenenados por una serie de sustancias, que se acumulan formando cócteles tóxicos y penetran en su entorno.
A pesar del catastrófico declive de los polinizadores silvestres, continúa la propagación de sustancias devastadoras para estos insectos en los campos, sin una regulación adecuada. El sistema de registro de pesticidas establecido a nivel europeo es un verdadero tamiz y aún permite la comercialización de pesticidas tóxicos para los recolectores. Las pruebas reglamentarias requeridas para evaluar el efecto de los pesticidas en las abejas melíferas son superficiales y obsoletas, en particular para detectar la toxicidad insidiosa de las nuevas generaciones de pesticidas.
En cuanto a los polinizadores silvestres, permanecen en el punto ciego de la evaluación. La toxicidad de los pesticidas simplemente no está clasificada para ellos. Aunque el proceso de aprobación, actualmente en revisión, prevé incluir pronto pruebas en abejorros y al menos una especie de abeja solitaria, aún se debe tener en cuenta la sensibilidad específica de cada especie a los pesticidas.
Un estudio publicado en verano de 2021, que compara la toxicidad de varios pesticidas para las abejas melíferas y para nueve especies silvestres (abejorros, abejas solitarias), mostró que estas últimas pueden ser más vulnerables a las moléculas químicas, las vías de exposición y la recuperación potencial de las poblaciones que son no similar entre especies.
La ecotoxicóloga Celeste Azpiazu hizo la misma observación al examinar la toxicidad de un fungicida y un insecticida en tres especies, abejas, abejorros y osmia. Sus resultados arrojan luz sobre la particular fragilidad de las abejas solitarias. Por lo tanto, los pesticidas pueden tener efectos que difieren según la especie de forrajeros. Y si en las abejas sociales la muerte de los individuos puede ser mitigada por la supervivencia de otros miembros de la colonia, tal resiliencia no existe en las abejas solitarias.
Una transición agrícola urgente
Aprovechando la falta de marcos protectores para estos insectos silvestres, los agroquímicos continúan su comercio mortal sin obstáculos. Al diezmar a los polinizadores, el modelo agrícola convencional destruye sus cultivos auxiliares esenciales y, por lo tanto, amenaza nuestra seguridad alimentaria.
En lugar de mantener una agricultura tóxica y sin aliento a toda costa, es urgente reemplazar los pesticidas sintéticos con inteligencia viva y establecer sistemas más resilientes y autónomos. Para detener el vertiginoso declive de los recolectores silvestres, la única respuesta adecuada hoy en día es establecer un ambicioso plan de transición agrícola, basado en un modelo agroecológico respetuoso con la naturaleza. Un modelo que permite deshacerse de los agroquímicos y producir sin destruir los polinizadores silvestres.