Apicultura y conservación en Canarias: una respuesta necesaria desde el sector apícola

Apicultura y conservación en Canarias: una respuesta necesaria desde el sector apícola

La Asociación para la Conservación de la Biodiversidad Canaria (ACBC) ha publicado recientemente el documento divulgativo «La apicultura en el Parque Nacional del Teide», elaborado por el investigador Alfredo Valido Amador, del Instituto de Productos Naturales y Agrobiología (IPNA-CSIC). Se trata de una nota informativa que reúne, de forma accesible, los principales resultados de diversos estudios científicos nacionales e internacionales sobre los efectos de la apicultura intensiva en espacios naturales protegidos, con especial atención al Parque Nacional del Teide.

Desde el sector apícola canario compartimos el fondo de la cuestión: una elevada concentración de colmenas en espacios protegidos puede generar competencia con los polinizadores silvestres y, por tanto, suponer una amenaza real para la biodiversidad. Esta preocupación no nos es ajena ni reciente; forma parte del debate interno del sector desde hace décadas.

Sin embargo, consideramos que no era necesaria una narrativa que, en su afán divulgativo, simplifica una realidad compleja y termina desprestigiando injustamente a un sector históricamente ligado al territorio, al no diferenciar de forma clara entre modelos apícolas radicalmente distintos. Equiparar la apicultura extensiva tradicional canaria con prácticas intensivas de alta densidad supone una distorsión del debate y una injusticia histórica.

Por ello, desde el sector apícola canario consideramos necesario responder, no desde la confrontación estéril ni la negación de los impactos —que existen y deben abordarse—, sino desde el conocimiento histórico, técnico y social, aportando matices que han sido sistemáticamente ignorados.

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¿Llegaron las abejas a Canarias con los castellanos? Una afirmación discutible
El documento divulgativo sostiene que la abeja melífera fue introducida en Canarias tras la conquista castellana del siglo XV, apoyándose principalmente en estudios genéticos recientes. Sin embargo, presentar esta afirmación como un hecho cerrado ignora deliberadamente la existencia de fuentes históricas previas y reduce a dogma una cuestión que sigue siendo objeto de debate científico.
Las crónicas de la conquista describen el aprovechamiento de abejeras silvestres en Gran Canaria, así como el uso de la miel en prácticas culinarias, medicinales y rituales mortuorios de las poblaciones prehispánicas. Estos testimonios cuestionan la idea de una introducción exclusivamente colonial, como recogen, entre otros, Agustín Millares Torres en su Historia general de las islas Canarias, o a Tomás Arias Marín de Cubas en su Historia de las siete islas de Canaria.

A ello se suman referencias aún más antiguas. Plinio el Viejo, en su Historia Natural (VI, 31), menciona la abundancia de miel (esse copiam et mellis) en la isla denominada Canaria, junto a palmeras y pinares. Estas fuentes refuerzan la hipótesis de una presencia antigua del recurso melífero, o al menos de un conocimiento y aprovechamiento anterior a la conquista castellana.

Aportaciones genéticas recientes: lo que dicen… y lo que no dicen
Entre los estudios genéticos más citados se encuentra el trabajo de Irati Miguel et al. (Origin, evolution and conservation of the honey bees from La Palma Island (Canary Islands): molecular and morphological data, 2016) sobre el origen, evolución y conservación de las abejas de La Palma. Este estudio concluye que la abeja canaria actual se agrupa genéticamente dentro del tronco M europeo, relacionada con Apis mellifera iberiensis, y que su origen probablemente se deba a introducciones humanas en el contexto de la conquista.
Ahora bien, los propios autores reconocen dos aspectos clave que suelen omitirse en la divulgación simplificada:

  1. No puede descartarse una colonización natural antigua.
  2. El rasgo más relevante del estudio no es el origen, sino la constatación de que la abeja canaria constituye hoy un ecotipo genéticamente diferenciado, fruto de siglos de aislamiento, adaptación local y procesos microevolutivos.

Por tanto, el valor del trabajo de Irati Miguel et al. no reside en cerrar el debate histórico, sino en reforzar la necesidad de proteger una población singular y adaptada al territorio insular.

La abeja negra canaria: una realidad biológica y cultural incuestionable
Más allá de su origen último, lo que resulta incuestionable es que la abeja negra canaria ha permanecido aislada durante siglos, adaptándose a los distintos ecosistemas insulares. Este aislamiento ha dado lugar a rasgos etológicos propios, particularidades morfométricas y haplotipos singulares, reconocidos por la comunidad científica y por las instituciones canarias.
No en vano, la abeja negra canaria está declarada patrimonio cultural, genético y etnológico por el Parlamento de Canarias, y su protección frente a razas foráneas es una prioridad recogida en la normativa europea y autonómica.

Canarias y el eje atlántico: cuando la Corona piensa en América, las islas ya eran apícolas
El trabajo de José María de Jaime Lorén (Sobre la primicia hispana en cuanto a los envíos de abejas europeas a América, 2003) aporta documentación del Archivo de Indias que demuestra el interés de la Corona española por enviar colmenas de abejas europeas a Cuba ya en 1543, adelantando varias décadas la cronología aceptada tradicionalmente.

Este dato no implica que las abejas se enviaran desde Canarias a América, incluso ante la evidencia de que a comienzos del siglo XVI, la apicultura estaba lo suficientemente extendida en las islas como para generar conflictos agrícolas (viñedos) y motivar normativas específicas. Lo relevante es que cuando la Corona plantea estos envíos, Canarias ya contaba con una apicultura desarrollada, con abejas aclimatadas, manejadas y productivas en un entorno insular complejo. Las islas formaban parte del espacio atlántico de experimentación agrícola y biológica, actuando como territorio bisagra entre Europa, África y América.

Una apicultura de complemento, no industrial
En Canarias, la apicultura ha sido históricamente una actividad complementaria a la renta familiar. De acuerdo al MAPA, en el año 2025 había registradas  1.315 explotaciones apícolas para un total de 31.884 colmenas, lo que da una media de  24,24 colmenas por explotación. Así pues la media de las explotaciones se sitúa en 25–30 colmenas, dependiendo de la isla, y menos del 2 % de los apicultores viven exclusivamente de esta actividad.
Este dato revela una apicultura profundamente ligada al mundo rural, integrada con la agricultura tradicional y alejada de los modelos industriales que sí pueden generar impactos negativos.

Producción apícola real en Canarias: lejos del relato alarmista
Las cifras de producción y rentabilidad manejadas en el documento divulgativo no se corresponden con la realidad del sector. Según datos oficiales del Gobierno de Canarias, la producción media es inferior a los 10 kg de miel por colmena, y sabemos que el precio de venta raramente supera los 20 €/kg.
Estas cifras están muy lejos de las explotaciones intensivas continentales y desmontan la imagen de una apicultura altamente lucrativa que “extrae” recursos del medio.

El Teide: de los corchos a las colmenas movilistas
Es cierto que la apicultura en el Parque Nacional del Teide ha cambiado. Durante siglos, la trashumancia se realizaba con colmenas fijistas (corchos), con poblaciones reducidas —menos de 30.000 abejas— y transportadas de noche con bestias. La carga apícola era limitada y difícilmente podía alterar los equilibrios ecológicos.
El problema surge en las últimas décadas del siglo XX, con la generalización de colmenas movilistas de gran capacidad (más de 60.000 abejas) y el transporte motorizado, que facilita un aumento significativo del número de colmenas y abejas en espacios sensibles. Confundir este modelo reciente con la apicultura tradicional es una manipulación del relato histórico.

Dos modelos enfrentados: intensivo frente a extensivo
En Tenerife, algunas asociaciones, ayuntamientos y la propia corporación insular, han apostado por un modelo de apicultura intensiva, basado principalmente en:

  • Incremento del número de colmenas
  • Importación de razas foráneas
  • Uso creciente de alimentación artificial
  • Desplazamientos masivos y mecanización

Este modelo se ha intentado exportar a otras islas, como El Hierro, donde incluso el propio Cabildo de El Hierro ha adjudicado un proyecto que pretende sustituir la abeja negra canaria por abejas híbridas artificiales como la buckfast, una práctica claramente contraria a la conservación genética y que ha sido denunciada en el juzgado por la Asociación de Apicultores de Gran Canaria, precisamente  porque esta asociación entiende que tal proyecto supondría una grave amenaza para la biodiversidad y la resiliencia de los ecosistemas de la isla.
Frente a  este modelo intensivo, otras islas y entidades —como ApiGranca en Gran Canaria o ADS Apicultores de La Palma— defienden una apicultura extensiva, adaptada a los ecosistemas insulares, basada en pequeñas explotaciones, defensa de la raza autóctona y respeto por los polinizadores silvestres.

Cargas apícolas sí, discursos simplistas no
El sector apícola canario no niega la necesidad de establecer cargas apícolas adecuadas a cada entorno. La apicultura no es una ganadería extractiva: depende directamente de la salud del medio natural y contribuye a la polinización de plantas endémicas y cultivadas. Varias comunidades autónomas, como La Rioja o las dos Castillas, ya han establecido las cargas apícolas así como las distancias entre explotaciones en sus territorios, Canarias no.
Lo que no resulta aceptable es criminalizar una actividad tradicional ignorando su valor social, cultural y ambiental, y mezclando modelos productivos incompatibles entre sí: apicultura intensiva vs extensiva.

Conclusión
Las abejas contribuyen de forma decisiva a la biodiversidad y a la sostenibilidad. En su artículo Vidushi Patel  et col.  (Why bees are critical for achieving sustainable development, 2021) sugiere que las abejas contribuyen potencialmente a 15 de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 y a un mínimo de 30 metas de los ODS. Pero este reconocimiento no puede servir de excusa para implantar modelos intensivos en espacios frágiles, ni para deslegitimar prácticas tradicionales.
Recordemos los avisos del delegado del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en Canarias, Manuel Nogales, quien había afirmado en un comunicado de 2022 que era necesario un plan rector de uso y gestión del Parque Nacional del Teide más restrictivo que el de entonces puesto que se han llegado a autorizar hasta 2700 colmenas anuales en la última década, y cuyas abejas desplazan a los polinizadores nativos, muchos de ellos también endémicos, una afirmación con la que estamos totalmente de acuerdo.
El Parque Nacional de Teide se enfrenta a problemas complejos, entre ellos los derivados del cambio climático, el uso responsable de la apicultura o la masificación humana. La apicultura se enfrenta también a múltiples factores: cambio climático, escasez de lluvias y floraciones, uso de pesticidas químicos, importación de razas de abejas foráneas y patógenos asociados, introducción de especies exóticas invasoras, desregulación de organismos modificados genéticamente (OGM), relevo generacional, formación, etc.
La conservación de los espacios naturales canarios no se logra enfrentando sectores, sino mediante gestión adaptativa, diálogo y conocimiento profundo del territorio.
Desde ApiGranca y el sector apícola canario reiteramos nuestro compromiso con una apicultura extensiva, ética y respetuosa, coherente con la biodiversidad insular y con los valores que hemos sostenido a lo largo del tiempo.

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