La apicultura siempre ha formado parte de la vida de Fernando Marrero, una afición, que este grancanario natural de San Mateo, compagina con su profesión como técnico en el área de Instrumentación y Control de la central térmica de Endesa, en el Barranco de Tirajana, donde pasa las horas reparando y supervisando su compleja maquinaria.
Cuando Marrero abandona las instalaciones de la central se entrega a su gran pasión: la vida de las abejas. Su contacto con la naturaleza, confiesa, le hace más libre. No se imagina una vida sin estar cerca de la tierra y cada vez que tiene la oportunidad sube al norte grancanario, exactamente al Pozo de Las Nieves para cuidar con esmero las cuatro colmenas de su propiedad, ubicadas en un paraje natural, rico en plantas de polinización y lejos de la urbe.
Recuerda con nostalgia, las 10 colmenas que poseía antes del incendio que asoló la cumbre de Gran Canaria, en septiembre de 2017, arrasando notablemente su apiario hasta reducirlas a cuatro.
Hace unas semanas se encontraba metido entre las maquinarias en su puesto de trabajo en la central de Tirajana cuando le llegó la noticia que un grupo de compañeros fueron a visitar en Temisas, en el municipio de Agüimes, el futuro emplazamiento de la cabina para medir la calidad del aire y que habían salido despavoridos ante la presencia de un enjambre.
Las abejas habían elegido para instalarse el edificio del Observatorio Astronómico de Temisas. Los ejemplares se habían multiplicado hasta ocupar completamente una cámara entre dos paredes.
«Ningún obrero quería acercarse a trabajar en aquel lugar hasta que quedara limpio de abejas y la situación era complicada. Incluso, un compañero recibió varias picaduras. Entre las medidas a adoptar se planteó la posibilidad de meter maquinaria para romper las dos paredes y dejarlas al aire, pero aquello suponía la muerte inminente de las abejas», explicó Fernando Marrero.
Para aquella familia de abejas el refugio de Temisas había resultado hasta el momento un hogar perfecto, pero compaginar las maniobras propias del trabajo eléctrico con el movimiento laborioso de un enjambre no siempre resulta tarea fácil.
La técnica del embudo
Marrero lo tenía claro, debía hacer algo para ayudar a aquel enjambre de abejas negras canarias formado por unos 10.000 ejemplares sin que sufrieran daño alguno. Y, entonces, se le ocurrió la técnica del embudo.
Se trasladó hasta el Observatorio Astronómico de Temisas a donde nadie quería acudir por el riesgo a ser picados. Y, ataviado con su traje protector de apicultor subió por la escalera hasta colocar una caja adherida a la pared. Además, colocó un embudo que les permitía salir, pero cuando intentaban entrar de nuevo a su antiguo habitáculo se encontraban con el orificio tapiado. La caja improvisada a modo de colmena tenía unas dimensiones de apenas 40 por 20 centímetros y en su interior fueron las abejas formando nuevos panales.
La operación de rescate duró varias semanas, hasta que Marrero estuvo seguro que ya no quedaba ni una sola abeja en el interior de la pared. Entonces, esperó a tenerlas concentradas en la caja y trasladó los ejemplares de abejas a su apiario situado en la cumbre grancanaria.
Como experimentado apicultor, Marrero ya había identificado a las abejas que eligieron una doble pared de colmena como abejas negras canarias, una especia única en peligro extinción sobre la que hay un plan de protección, conservación y recuperación por parte del Gobierno de Canarias. La abeja negra canaria se distingue por su color oscuro, procede de la abeja africana y ha desarrollado un componente genético que la convierte en una raza única. Es una abeja rústica y mansa con gran capacidad de adaptación a las condiciones bioclimáticas de las islas.
Los 10.000 ejemplares de abejas negras canarias ahuyentaban a los operarios de la central
Se le atribuye a Einstein la famosa frase de que «la vida sin abejas sería un desastre global y a la Humanidad sólo le quedaría cuatro años de supervivencia desde la extinción de las abejas». No sabemos si el parón polinizador de las abejas llevaría aparejada la destrucción del hombre. Fernando Marrero si está seguro de que practicar la apicultura produce «una enorme serenidad».
«Todos a nuestra manera debemos contribuir para cuidar el medioambiente y disfrutar de forma responsable de la naturaleza. Unos lo hacemos con las abejas, otros plantando árboles y las empresas poniendo en marcha planes de sostenibilidad, pero es muy importante tomar conciencia», concluyó Fernando Marrero.