Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias
José de Viera y Clavijo, 1868
Se ofrecen las páginas 82-84 en las que VyC hace referencia a la apicultura en Canarias.
Abejas (APIS). Insecto conocido, tan útil y precioso por la miel y cera de sus panales, tan estudiado por las naturalistas, tan admirado de los filósofos, tan celebrado de los poetas, y tan favorecido en todos los campos y predios; se ha dicho que no era conocido en nuestras islas antes de su conquista, sino solamente en la de Canaria (1): así parece necesario que se contraiga a ella aquella especie de Plinio, hablando de las Afortunadas, «esse copiam et mellis» (2). No hay duda que entonces todos sus enjambres serían salvajes, porque tal ha sido siempre el estado de las abejas antes que los hombres tratasen de civilizarlas, sacándolas de los huecos de los árboles, o de las hendiduras de las peñas, y atrayéndolas a los corchos y las colmenas de sus granjas. Fue regular que de Canaria se llevasen a Tenerife, Palma, Hierro y Gomera, donde desde luego, a beneficio de la grata temperie, llegaron a multiplicarse tanto que ya en el año de 1511 eran las colmenas salvajes una de las rentas de los propios municipales de Tenerife. No han dejado de llevarse también algunas veces a Fuerteventura y Lanzarote; pero jamás han procreado a causa de que la violencia de los vientos nornordestes que reinan en ambas islas, particularmente de Abril hasta Octubre, impiden el vuelo a las abejas cuando buscan las flores. (1)
La miel de Canaria, que es muy buena, se emplea por la mayor parte en la fábrica de turrón, y de rosquillas de alajú. Igualmente lo es la de Tenerife, con especialidad la de las abejares de cumbres, donde encuentran los retamales blancos, que abundan en fragrantes flores. Glas, en su descripción de estas islas, celebra la miel de abejas de la Palma, particularmente la de las colmenas que están distantes de las viñas y de las mocaneras, pues les dan estas flores mal color (2): hace mención de la miel de la Gomera; pero pondera sobre todo la de la isla del Hierro, en la cual las abejas se multiplican mucho, a beneficio de los excelentes pastos (3). Anualmente se suelen coger allí sobre mil cuartillos, y más de trescientas libras de cera, cuya miel es de superior calidad, sobresaliendo la de las colmenas del pago del Pinal por hallarse todo su terreno alfombrado de espesos tomillos. Es esta una miel tan sólida que rota la vasija que la contiene, conserva su figura. Las colmenas que se usan en nuestras islas son las antiguas, formadas de troncos de árboles socavados, o de cuatro tablas unidas, con su cobertura, mientras en Europa se ha ido inventando otras más cómodas, algunas de varios altos que se pueden separar, y por consiguiente castrarse, sin que casi lo noten las abejas. El curioso consultando los más útiles escritores de la historia natural de las abejas, se instruirá: de la industria y régimen admirable que en una colmena se advierte; de cómo un enjambre que ordinariamente consta de diez mil moscas, se compone de tres especies, a saber: de la reina maestra o reina que es la que por medio de sus huevecillos procrea, de los zánganos que los fecundan, y de las obreras que, sin sexo decidido, trabajan en atraer la miel de los néctares de las flores, la cera de los polvos amarillos de sus anteras, y el propóleos o betún amargo con que embarran el corcho, del jugo resinoso de las plantas; de cómo multiplicada la familia se separa de ella un nuevo enjambre; y de cómo, finalmente, se deben castrar con dirección e inteligencia en primavera y en otoño.